1930-1939

 

Milicias Pirenaicas e improvisados pasadores de fronteras

El 28 de agosto de 1936 el Comité Central de Milicias Antifascistas dio luz verde al proyecto presentado por diferentes grupos nacionalistas de crear una unidad militar alpina destinada a cubrir el desguarnecido Alto Aragón y controlar los pasos fronterizos del Pirineo catalán. Nacían de este modo unas semanas mas tarde las denominadas Milicies Pirinenques. A finales de octubre de ese mismo año, estas milicias tenían ya desplegadas dos compañías en el sector "Jaca" las cuales eran conocidas como el "Grupo Alplino de Sabadell", otro batallón de raquetas en Figueres, y uno más, la compañía de esquís, en Barcelona, instalada en el colegio de los Escolapios de la ciudad condal.

En noviembre de 1936, también en el sector “Jaca”, las Milicies tenían desplegados 150 hombres más, antiguos militantes de Estat Català los cuales, sin explicación alguna, se dieron de baja de las Pirinenques, pasando a alistarse de nuevo en las de Estat Català que los va a destinar a un trabajo clandestino: pasar gente a  Francia, de manera clandestina, ante la necesidad que tienen muchos de huir de Cataluña, pero cobrando el servicio por anticipado.[1]“Viajes” que en general, según la misma fuente, concluyen en robos o en asesinatos, una de las muchas excusas que aducirán los pirenaicos a su favor, a la hora de su desembarco en la Cerdaña. De hecho, Estat Català mantendrá aquella misma actividad hasta finales de abril de 1937, al tener un destacamento permanente, compuesto por ocho personas, en Areu (Vall Ferrera). Pelotón que dependiente de Josep Tramunt, miembro del Consejo Ejecutivo, responsable de defensa interna del partido y jefe de las milicias, cobra por servicio individual 5.000 pesetas. Parte también de aquellos hombres pasan a ejercer de policía de fronteras, con la excusa de depender de la propia Generalitat, situándose, por ejemplo, en ciudades tales como Puigcerdà o en pueblos como Bellver de Cerdaña.[2]  

 

En guerra 

En cada una de las poblaciones que componen la Cerdaña catalana, la Guerra civil española se vivió de forma diferente, aunque bien es cierto que todas ellas tuvieron un denominador común: una experiencia revolucionaria anarquista que durante meses modificó súbitamente el orden establecido y la continua recepción de población en esta comarca, pero también en las aledañas del Alt Urgell y Bergueda. En las tres, la guerra y el intento revolucionario dejó un importante reguero de sangre durante los primero meses del conflicto. Y es que en las primeras semanas de conflicto, religiosos y conservadores fueron duramente reprimidos. La violencia revolucionaria se cobró en Bergueda 128 víctimas, 52 en Cerdaña y 88 en Alt Urgell. Sin embargo, fue la violencia rebelde la que, meses más tarde, causaría nuevas víctimas en estas tres comarcas y muy especialmente en la Cerdaña, merced a las bombas que los aviones fascistas lanzaron sobre ella en los meses de enero y abril de 1938.

 

Puigcerdà: lluvia de plomo

"Desde hace casi una semana, la sirena de alarma de Puigcerdà hacía sentir sus advertencias. Pero como quiera que no se veía llegar nada, las llamadas de atención alertaban a  la gente. Ahora bien, a mediodía exactamente, la sirena resonó de nuevo. Veinte segundos más tarde, se sentía el zumbido de los motores y en el cielo a una altitud de unos 1.700 metros ocho gordos monoplanos trimotores aparecían. Se distribuyeron en dos pasadas, la primera de cinco aparatos, la segunda de tres. Venían en dirección Ripoll.

Llegados por el Norte de Puigcerdà, poco a poco los aparatos viraron a la derecha y mientras los cinco primeros sobrevolaban las vías a escasos 150 o 200 metros de la estación, la terrible lluvia comenzó. Manifiestamente los pilotos evitaban de bombardear el centro de la ciudad y cada vez más realizaban pasadas más próximas a la frontera, prosiguiendo en su camino hacia Ur y Age, pero siempre sobrevolando territorio español. Sin embargo, en un momento dado, uno de los aparatos tras virar en redondo, estuvo a punto de adentrarse en el espacio aéreo francés. Enseguida los soldados franceses del puesto de carretera encendieron varias granadas de humo con las que señalaron la línea fronteriza y los aviones rectificar su posición".[3]

 

Con estas palabras publicaba el diario francés L'Independant de Perpignan la crónica del bombardeo rebelde sobre Puigcerdà del 21 de abril de 1936. Sin embargo, esa no fue la primera vez que los aviones fascistas dejaron caer toneladas de plomo sobre la capital de la Cerdaña. De hecho, tres meses antes, el 23 de enero de 1938, aviones italianos habían bombardeado la capital con la misión de interrumpir la supuesta entrada de material bélico procedente de Francia por la estación de Latour de Carol. Misión en la que, parte del plomo que vertieron sobre la Cerdaña cayó del otro lado de la frontera, hecho que tuvo importante repercusión internacional.

Inauguración del transpirenaico. Estación de Puigcerdà. 1929. Agence de presse Meurisse.

En abril, de nuevo el objetivo fue la estación de Puigcerdà, pero esta vez las bombas sublevadas se concentraron sobre los muelles españoles. Después de sobrevolar las vías la aviación fascista soltó su carga a la altura del puente, el cual quedó intacto, y las bombas alcanzaron de lleno los vagones de munición y abastecimientos que allí se encontraban estacionados. Tras las bombas, silencio. Diez personas murieron. Puigcerdà quedó muda y ciega, pues la central eléctrica de la capital también fue alcanzada por las bombas. Aunque entre los "daños colaterales" de dicho bombardeo, sin duda destaca la destrucción de la Granja Puigbò, establecimiento en el que provisionalmente vivían varios refugiados procedentes de la localidad oscense de Vinaced, aragoneses que allí habían recalado huyendo del avance fascista, como tantos otros que así lo hicieran también desde Aragón a Catalunya y posteriormente a Francia.[4]

 

Retirada

 A mediados de 1938, tras la conquista rebelde del Alto Aragón y Castellón, la República, dividida territorialmente y acosada en varios frentes, empleó sus últimos esfuerzos militares en reconstruir el ejército del Este con el aporte de aquellas unidades que se habían replegado hacia Cataluña durante toda la guerra, en muchos casos utilizando el territorio francés como escapatoria. Entretanto en el seno del ejército franquista la idea de una rápida ofensiva final sobre Cataluña cobraba fuerza tras las últimas victorias. Sin embargo, a finales de junio de 1938 Franco ordenó a sus tropas marchar sobre Valencia.

Fiel a su idea de guerra de desgaste y convencido del potencial de su ejército, Franco predijo una rápida conquista de Valencia al decir que estaría en la capital del Turia el 25 de julio. Pero a cincuenta kilómetros de Valencia su avance se detuvo ante una eficiente defensa republicana, y en la noche del 24 al 25, unidades del ejército republicano al mando del comunista Juan Modesto, cruzaron el río Ebro siguiendo el plan trazado por el general Vicente Rojo para unir de nuevo Levante y Cataluña, se iniciaba así la batalla del Ebro, la más larga y dura de toda la guerra.[5]

Durante casi cuatro meses más de 250.000 hombres combatieron en valle del Ebro hasta que el 16 de noviembre de 1938 las tropas franquistas se alzaron con la victoria.[6] Apenas un mes más tarde Franco ordenaba a sus huestes avanzar sobre el eje del río Serge rompiendo el frente republicano y dando comienzo a la campaña sobre Cataluña. A mediados de enero de 1939 caía Tarragona, el día 26 Barcelona y el 4 de febrero Gerona. Conforme el avance sublevado se extendía por territorio catalán una multitud presa del pánico huía a la frontera. Había comenzado la “Retirada”, el más importante de los movimientos migratorios que han jalonado la historia contemporánea española. La cuarta y más numerosa de las salidas provocadas por la guerra civil española.

Paso de refugiados por la pasarela de Bourg Madame /Collection Berlic

Entre enero y febrero de 1939 casi medio millón de refugiados, entre civiles y militares, alcanzó territorio francés atravesando mayoritariamente los pasos fronterizos de Puigcerdà-La Tour de Carol-Osséja, La Junquera-Le Perthus, Camprodón-Col d’Ares-Prats de Mollo y Port Bou-Cerbère. Las vías que conectaban España con la frontera francesa se colapsaron. Una marea humana a pie y en todo tipo de vehículos atestó carreteras, caminos y senderos cargando con lo poco que pudieron salvar ante la repentina huida. A su espalda, el avance de las tropas franquistas y una aviación sublevada, que ajustaba el tiro sobre la multitud en retirada presionaban la salida. Al otro lado de la frontera una administración francesa desbordada y contraria a la entrada masiva de refugiados republicanos mantuvo cerrada la frontera hasta que en la noche del 27 al 28 de enero autorizó el paso de civiles. El 31 permitió la entrada de heridos, y a partir del 5 de febrero –por Cerbère- y el 6 –por Le Perthus- consintió el acceso de milicianos y soldados. Entre los días 9 y 11 accedieron a territorio francés el grueso del Grupo de Ejércitos Republicanos de la Región Oriental. Dos días más tarde lo hicieron los últimos soldados republicanos que lograron escapar.[7] Junto a todos ellos llegaron unos 5.000 brigadistas internacionales que habían decidido continuar en la lucha tras haber sido despedidos de manera oficial en octubre de 1938 en Barcelona.

 

Francisco Ponzán, alias Vidal

Francisco Ponzán Vidal nació en Oviedo el 30 de marzo de 1911 en el seno de una familia humilde. Hijo de Agapito Ponzán Tresaco y de Tomasa Vidal Bellosta, se crió junto a sus cinco hermanos en Huesca, donde fue educado siguiendo los consejos de su madre-una mujer muy religiosa- tras quedar huérfano de padre a los ocho años. Cursó sus estudios en el Colegio Salesiano de Huesca, hasta que a los catorce ingresó en la Escuela Normal de la capital oscense donde conoció al que fue su maestro más influyente: Ramón Acín, profesor oscense y anarquista admirado por sus alumnos por su inteligencia, cultura, generosidad y temple, que fuera asesinado en agosto de 1936 por las tropas rebeldes.

Entre las lecciones de Acín y la biblioteca de su padre-un trabajador de la Compañía de Caminos de Hierro del Norte culto, inconformista y presente en muchas de las reivindicaciones laborales de la época- Ponzán descubrió las ideas anarquistas que le acompañaron toda la vida. Continúo su formación intelectual en Huesca, donde  cursó magisterio, obtuvo el título de maestro y dio sus primeros pasos en el activismo sindical. Con 18 años comenzó a ejercer su profesión en los pueblos de Ipás, Sabiñánigo, Castejón de Monegros, Borrés, Novés, Berdún, todos ellos en la provincia de Huesca, hasta que finalmente obtuvo una plaza en propiedad en la aldea de Baos-Corzán, perteneciente al ayuntamiento de Mazaricos, provincia de La Coruña.De hecho, a punto estuvo el golpe de Estado de sorprenderle en tierras gallegas, pero al comenzar las vacaciones escolares el 15 de julio, el día 16 regresó a Huesca donde vivió el alzamiento rebelde y los primeros compases del conflicto español.

Agotada la resistencia en Huesca, Ponzán huyó a zona republicana donde fue integrado en el Servicio de Inteligencia Militar republicano y estuvo al mando de un grupo en el Servicio de Información Especial Periférica (SIEP), especializado en la búsqueda de información y sabotaje tras la líneas enemigas. Dedicado a dicha actividad permaneció durante todo el conflicto, aunque bien es cierto que ante la proximidad de la caída de Cataluña y la variación constante de la línea del frente, la cual llegaba a desaparecer por momentos, el trabajo de Ponzán y su equipo se vio seriamente comprometido. Momento este en el que el oscense logró procurarse un salvoconducto y cruzar a Francia por el puesto fronterizo de Puigcerdà. Ya del otro lado, y tras una breve estancia en el campo de Bourg-Madame, fue trasladado junto a varios de sus compañeros al campo de internamiento de Le Vernet d’Ariège.

Gracias a la colaboración de dos familias aragonesas, inmigrados económicos domiciliados en Varilhes, cerca de Le Vernet, y a un mecánico francés, militante comunista, que le contrató para trabajar en su garaje, Francisco Ponzán logró salir del campo Le Vernet, y ponerse de nuevo al servicio del Consejo General del Movimiento Libertario. De hecho, en el verano de 1939 fue requerido de urgencia para -conocida su experiencia tras las líneas enemigas con el SIEP- organizar un grupo de acción encargado de liberar a militantes anarquistas internados en diferentes campos franquistas. Acepto la misión, y en ella pudo utilizar parte de las armas y el material que el grupo del SIEP había escondido en la frontera antes de penetrar en territorio francés. No obstante cabe destacar que, pese al éxito alcanzado en repetidas ocasiones, en mayo de 1940, la operación dirigida por Ponzán para rescatar de la cárcel de Huesca a varios presos confederales internos, entre los que se encontraba su amigo Manuel Lozano Guillén (Belver de Cinca, Huesca) fracasó. Ponzán fue herido en Boltaña (Huesca), y hubo de refugiarse en territorio aragonés por un tiempo, antes de regresar a Francia.

 

Un camino particular

Al finalizar el otoño de 1938, las tropas republicanas habían visto frenado su avance en el Ebro, y el frente catalán que desde la frontera a la carretera de Lérida-Barcelona cubría el Ejército del Este mandado por Juan Perea Capulino estaba a punto de recibir la embestida final franquista. Ésta comenzó el 23 de diciembre de 1938, y en apenas un mes el ejército rebelde se hizo con el control total de Cataluña. El día 26 de enero de 1939 las tropas de Yagüe y Solchaga entraban en Barcelona, y tras controlar la capital el avance rebelde giró hacia el norte. Muñoz grandes avanzó hacia la Seu d'Urgell, población que conquistó el 5 de febrero, mientras las tropas de Moscardó se desviaron hacia Ripoll y continuaron hacia Puigcerdà.

Tal y como apuntaba anteriormente, durante los últimos meses de guerra la acción del SIEP, y por lo tanto la de Ponzán y sus hombres, se vio comprometida ante las continuas variaciones de la línea de fuego. Ante la inminente conquista de Cataluña, Ponzán y sus hombres quedaron aislados y sin contacto alguno con el EM republicano cerca de la frontera francesa de Puigcerdà. Gracias al trabajo de Antonio Tellez Sola, conocemos algo más a fondo como fue la particular retirada de Francisco y su llegada a Francia.

"Días antes [del desmoronamiento de las defensas republicanas], en vistas de la catástrofe inevitable, Ponzán había solicitado un salvoconducto para ir a buscar a su hermana Pilar que estaba de maestra en Amer (Gerona) desde el mes de agosto de 1938. Para ello tomó la carretera de Puigcerdà, pero al ver la rapidez del avance enemigo calculó que lo más verosímil era que ésta hubiera ido a reunirse con su amiga Caridad Olalquiaga, que trabajaba como maestra en una colonia infantil denominada los Suizos, ubicada muy cerca de Bourg-Madame. Al llegar allí comprobó que todo el personal de la colonia, con los niños, había sido evacuado. Decepcionado, quiso retroceder a Gerona, siempre en su busca, pero sus compañeros lo disuadieron de arriesgar la vida tontamente, pues lo más seguro era que su hermana, por cualquier medio, hubiera tomado el camino de la Jonquera"[8]

            De hecho así fue, y Pilar Ponzán, junto a otra maestra, también aragonesa, Palmira Plá Pechovierto, previo paso por Barcelona, llegaron a Figueras donde se integraron en el cortejo fúnebre de una República moribunda que lentamente avanzaba hacia el paso fronterizo de la Jonquera-Le Perthus. En medio de aquella marea humana que intentaba alcanzar la frontera, Pilar y Palmira encontraron a Caridad, una vieja conocida que compartía destino junto a otros amigos en un viejo coche. Todos se apretaron en el vehículo, y con Pilar y Palmira abordo siguieron ruta, aunque antes de alcanzar su objetivo el viejo automóvil quedo inservible por exceso de carga. Abandonaron el coche, pero afortunadamente estaban cerca de la Junquera, y a pie el grupo continuó hacia Le Perthus.[9]

“Ni mujeres, ni hombres, teníamos vergüenza de llorar, constatando nuestra impotencia. Lágrimas abundantes corrían por nuestras mejillas para desahogar nuestra inmensa pena, y silenciosos, sin pronunciar una palabra más, pisamos tierra francesa. Estábamos en Le Perthus.[…] Y volviendo la vista atrás Cari dijo entre sollozos: -¡Hasta pronto, España nuestra, te llevamos en el corazón! A lo que los demás contestaron a coro y emocionados: -¡Hasta pronto!”.[10]

 

Hombre previsor, Francisco Ponzán logró hacerse con un salvoconducto de 24 horas que le permitiese atravesar la frontera y llegar a Bourg-Madame. Permiso que obtuvo gracias a su graduación de teniente del SIEP, y con la excusa de examinar personalmente en qué condiciones se iba a llevar a cabo el paso de la frontera de las tropas republicanas en el sector de Puigcerdà. No obstante, antes de ser interceptados por la gendarmería francesa, Ponzán y sus hombres lograron poner a salvo gran parte del armamento que portaban. Armas que, en años posteriores serían de nuevo utilizadas para protegerse en el transito fronterizo.

 

1940-1945

Redes de evasión

La primera actividad con la que los españoles contribuyeron a la Resistencia en suelo francés fue la creación, gestión y desarrollo de pequeñas redes de evasión, las cuales aumentaron, con el tiempo, en tamaño e importancia, siendo finalmente integradas en los servicios secretos aliados. Operativas desde 1939, tras el armisticio, este tipo de vías fueron de gran utilidad para aquellos que huían de territorio ocupado. Entre quienes atravesaron la frontera franco-española en este periodo encontramos: a quienes pretendían ponerse al servicio de la Francia Libre en Londres o en el Norte de África, a refugiados extranjeros que debían de entrar o salir de la metrópoli, a aviadores aliados caídos en suelo enemigo, a soldados que encontraron en ellas la posibilidad de evadirse y regresar a su país y por supuesto a miles de judíos que consiguieron escapar de la persecución nazi gracias a ellas.

Refugiados españoles en Francia, agentes británicos y resistentes franceses colaboraron estrechamente en el proceso de formación, desarrollo y mantenimiento de estas redes. Una colaboración que en ocasiones supuso que agentes españoles y/o grupos ya operativos durante la guerra civil española en la inteligencia republicana, fueran integrados en organizaciones franco-británicas puestas al servicio del Intelligence Service británico (IS) o de la inteligencia francesa.

Muchos aragoneses, buenos conocedores de la orografía pirenaica, se distinguieron en labores de guía a través de los pasos fronterizos hispano-franceses en estas redes. En ellos, además de lidiar contra las inclemencias meteorológicas propias de la montaña, hubieron de extremar las precauciones ante la constante vigilancia de la policía de Vichy, los informadores locales, la GESTAPO, la policía franquista y finalmente-si su destino se encontraba en Portugal- ante la policía de Salazar. Para evitarlos fue fundamental contar con guías experimentados con experiencia sobre el terreno, pero también con centros de apoyo y colaboradores que asegurasen el éxito de las misiones ofreciendo refugio y sustento a quienes estaban en tránsito.

Llegada del ejército republicano al camino neutro / Collection Berlic

Uno de los aspectos clave en el buen funcionamiento de los grupos, fueron las tareas de intendencia y enlace realizadas por colaboradores. En muchos casos éstas las llevaron a cabo mujeres, las cuales levantaban menor sospecha ante las tropas enemigas. Sus actividades se centraban en poner en contacto a los grupos, conseguir ropas con las que equipar a los fugitivos y dotarlos de documentación falsa. Por ello, toda una red paralela de falsificadores, tejedoras, modistas y costureras trabajaba en la sombra en pro del objetivo final.

En un teatro de operaciones que se extendía desde la frontera belga hasta Lisboa y Gibraltar, varios circuitos-con bases de apoyo y servicio de documentación propio- lograron establecerse en zona pirenaica. Y es que la frontera franco-española constituía uno de los puntos calientes de este entramado evasivo donde, tanto el territorio aragonés, como sus gentes, fueron protagonistas directos de la actividades de éstos grupos.

 

El grupo Ponzán

Conscientes del trabajo que el "grupo Ponzán" venía realizado desde que finalizase el conflicto español, los servicios secretos aliados pronto se interesaron por las actividades de la red anarquista, y fue el Intelligence Service británico -mediante el agente “Marshall”, afincado en Foix (Ariège), director del Action Service de la Military Intelligence en Francia, cuyo secretario era José Estévez Coll-el que primero se puso en contacto con Ponzán, en noviembre de 1939. Algo más tarde los servicios de información (SR) y contraespionaje franceses (CE) hicieron lo propio, mediante el comandante Naura “Papa Noel” (SR) y el teniente Robert Terres “Tessier” (CE).

Tras la derrota francesa de junio de 1940-con la colaboración entre libertarios y aliados aún por consolidar- los británicos se retiraron de territorio francés. Pero antes de volver a Inglaterra “Marshall” informó al CE-por medio de “Tessier”- del potencial del “grupo Ponzán”. Este contacto maduró meses más tarde en el inicio de la colaboración entre ambos en agosto del mismo año, estableciendo un centro de mando para las operaciones del grupo en Varilhes, aunque un mes más tarde éste fue trasladado a Toulouse. De hecho, fue en la capital del mediodía francés donde Ponzán conoció a Camille Soula, agente del IS que le puso en contacto con Ian Garrow-agente británico de la War Office que dirigía, desde diciembre de 1940,una red de evasión con base en Marsella: PAT- quien tras varias reuniones con Ponzán integró al aragonés y a su grupo en la dicha red en abril de 1941.[11]

 PAT era una unidad militar que trabajaba bajo las ordenes directas de la War Office, y sus actividades se extendieron desde enero de 1941, hasta septiembre de 1944. Periodo durante el cual, ponía en contacto a sus agentes mediante artículos de periódico, mensajes de radio y cartas transportadas por barcos de la marina de guerra aliada a Ginebra y Barcelona. Creada por el capitán del Ejército Británico Ian Garrow en enero de 1941, la dirección de PAT continuó en octubre de 1941 -hasta marzo de 1943- bajo el liderazgo del teniente comandante O’ Leary, siempre al auspicio de la War Office. Fue en este momento, cuando la red adoptó su nombre más conocido PAT O’LEARY, nomenclatura que mantuvo hasta marzo de 1943, cuando de nuevo cambió de nombre para denominarse FRANÇOISE, tras el arresto de O’Leary a manos de la GESTAPO, y la llegada de su sustituta Marie-Louise “Françoise” Dissart, encargada de dirigir la red hasta la liberación de Francia.[12]

La labor de Ponzán y su grupo en PAT, PAT O’LEARY y FRANÇOISE se especializó en la organización del paso de la frontera franco-española, contando con guías de montaña experimentados, casas de apoyo y servicios auxiliares que contribuyeron a la evasión de pilotos aliados derribados, resistentes franceses, agentes de la Francia Libre, judíos perseguidos y al transporte del corre operteneciente a diferentes organizaciones de la Resistencia. Pero el trayecto pirenaico, además de someter a los agentes y evadidos a unas duras condiciones meteorológicas, implicaba un gran riesgo, ya que la vigilancia que sobre ambos recaía era constante. De hecho, la GESTAPO, policía de Vichy y policía franquista extremaron el control de las fronteras, especialmente a partir del último tercio de 1942, momento este en el que fueron detenidos seis integrantes del “grupo Ponzán”, entre los que se encontraban el propio Francisco y su hermana Pilar.

Las detenciones y el internamiento de los miembros del “grupo Ponzán”, pusieron en peligro la continuidad de las actividades, aunque éste supo rehacerse y continuar, no sin dificultades, el duro trabajo clandestino. Los detenidos en octubre de 1942 fueron rápidamente puestos en libertad gracias a la mediación de “Tessier”. Todos excepto Pilar que fue recluida en el campo de Brens (Tarn), y meses más tarde liberada. Tiempo suficiente como para comprobar cómo su hermano había sido nuevamente detenido en Toulouse -en abril de 1943- por la policía de Vichy y puesto a disposición de la GESTAPO, que lo interrogó y condenó a nueve meses de cárcel. Aunque una vez cumplida su pena en la penitenciaría de Saint-Michel (Toulouse), fue retenido en prisión por sin condena alguna. Un día antes de que la capital del departamento de Haute-Garonne fuera liberada, con el concurso del maquis español, fue ejecutado. Así se apagaba –el 17 de agosto de 1944- la vida del maestro de Huesca en el bosque de Buzet-sur-Tarn, a 27 kilómetros de Toulouse, junto a otros 52 compañeros cuyos cadáveres fueron quemados.

A título póstumo, Francisco Ponzán fue condecorado por los gobiernos aliados con las más altas distinciones. Recibió el grado de capitán de las Fuerzas Francesas del Interior (FFI), la “Medalla de la Resistencia” francesa, la “Cruz de Guerra” francesa, la nominación para la Legión de Honor francesa, la distinción de “Su Majestad” la reina de Inglaterra con el emblema de la hoja de Laurel de la Corona, la “Medalla de la Libertad” británica y el “Certificado de Gratitud” del presidente de los Estados Unidos Dwight D. Eisenhower, el cual también recibió su hermana Pilar por los servicios prestados.[13] Con el asesinato de Francisco Ponzán Vidal, la muerte se llevaba a uno de los primeros resistentes españoles en Francia. Uno de los primeros aragoneses en retomar la lucha contra el fascismo iniciada en España en 1936, y uno de los hombres que hizo posible con su esfuerzo, salvaguardar la vida de muchos otros que utilizando estas redes lograron evadirse de suelo ocupado.[14]

 

Paso a paso, entre montañas

En septiembre de 1940 Francisco Ponzán se trasladó a Toulouse desde donde él y su grupo comenzaron a trabajar en ambas vertientes de la cordillera pirenaica. Los primeros aviadores aliados que lograron cruzar la frontera franco-española guiados por Ponzán y los suyos lo hicieron a finales de 1940. Poco después Francisco alquiló un chalet a las afueras de Toulouse, lo que permitió aumentar la infraestructura de la red. Gracias a dicha lógica el grupo rentó también una vivienda en Narbona, una casa destinada a prestar apoyo a aquellos cuya evasión pasaba por el itinerario Toulouse-Perpignan y tenía como destino final, normalmente Barcelona. Pero cabe destacar que el área de trabajo principal del grupo Ponzán se situaba en torno a la zona de Osseja-Bourg-Madame-Puigcerdà. De hecho fue por los pasos situados entre el Pico de Dorria (2.540 m) y el Pico de Puigmal (2.910 m), y entre el coll de Lió (2.560 m) y el Pic de Finestrelles (2.830 m) por el que atravesaron la frontera la mayor parte de huidos que acompañaron los guías de Ponzán. Una vez en España, éstos se sirvieron de diferentes puntos de apoyo en Ribas de Fresser, Ripoll, Campdevánol y Bañolas, donde el grupo disponía de un médico "en nómina".

Ponzán eligió el área que comprenden las poblaciones de Osseja, Bourg-Madame y Puigcerdà para que en ella operase su grupo dado ésta en ella se ubicaban varios sanatorios y casas de reposo donde trabajaban algunos españoles a los que conocía. Además, en esta zona Ponzán y sus hombres contaron también con la activa colaboración de un funcionario de fronteras francés -Monsieur Parent- y del médico y director de uno de los centros sanitarios anteriormente referenciados. A el llegaron decenas de huidos agotados por la travesía provistos de un certificado de enfermos. Gracias a este documento, eran hospitalizados y podían recuperarse antes de acometer el paso de la frontera.

Cabe destacar que en éste tránsito colaboraron desinteresadamente habitantes de la zona que, haciendo gala de una gran generosidad, pusieron sus amplios conocimientos del terreno al servicio, no solo del Grupo Ponzán y de PAT O'LARY, sino también al de otras redes de evasión. Una de las más conocidas fue la creada por Vicens Arbiol y varios camaradas comunistas miembros del Grupo de Trabajadores Extranjeros (GTE) número 427 bajo el nombre de Línea Ajax, cuya sede instalaron en Perpignan. De hecho su zona de influencia y trabajo estaba circunscrita a Pirineos Orientales.

 

Franquismo y frontera permeable

Al finalizar la Guerra Civil española, los vencedores implementaron una férrea regulación de las fronteras con el objetivo de impedir el tránsito de todos aquellos que no tuviesen la documentación y los permisos adecuados. Dicho control se aplico con celo tanto en Aduanas, como en un buen número de pasos que conectan ambas vertientes pirenaicas, gracias a las tropas que Franco desplegó por toda la cordillera.

Debido al conflicto español y a las medidas de control fronterizo que tomaron los vencedores, cabe destacar que la frontera con Francia permaneció cerrada, salvo en periodos excepcionales, desde el 19 de septiembre de 1936 hasta el 10 de febrero de 1948. Clausura que, tal y como recordaba la ceretana Ángela López Massana, afectó de forma directa a toda una comarca, la de la Cerdaña, que históricamente ha vivido en constante relación, económica y cultural, con el país vecino.

"Cerrada la frontera, ya no teníamos vida [...] Pero el hecho de que se quedase aquí el ejército, nos hizo ganar mucho dinero; un coronel decía que un millón de pesetas al mes, y eso era una fortuna".[15]

Aunque bien es cierto que, las tropas franquistas a las que anteriormente hacíamos referencia, provocaron un desarrollo económico sin precedentes en la comarca. Además, la mayoría de los soldados que se hallaban desplegados en la zona eran catalanes, lo que implica que, cuando sus familiares venían a visitarlos a la Cerdaña, también realizaban gasto, contribuyendo de ese modo a potenciar la economía de la zona.

No obstante, cabe destacar que había quienes poseían permisos especiales para cruzar la frontera. Buen ejemplo de ello lo constituyen los ganaderos de la zona que cruzaban la frontera con su ganado, y en ocasiones aprovechaban para, al volver a España, hacerlo con diferentes productos.

Uno de esos periodos excepcionales en los que la frontera fue abierta entre el los años 1936 y 1948 fue tras los bombardeos que asolaron Puigcerdà en 1938 y a los que anteriormente hacía referencia. Sin embargo, con el cierre del paso tras las bombas, fueron muchas las familias que quedaron separadas de forma obligada. Y es que muchos padres lograron huir a Francia, pero en España quedaron las madres a cargo de las propiedades familiares. Hasta tal punto llegó lo absurdo de esta situación que, tal y como recuerda el historiador y arqueólogo Oriol Mercadal, "hasta el trámite de la muerte era complicado en el espacio fronterizo, y mucho más en la Cerdaña, ya que el difunto, enterrado a un lado de la frontera siempre tenía familia en el otro".

Merced al férreo control franquista, durante décadas, cualquier movimiento de personas en frontera estuvo intensamente regulado, y quienes fueron protagonistas del tránsito, especialmente tras la reapertura de 1948, hubieron de procurarse la  documentación oficial debidamente cumplimentada para pasar de un país a otro. Tres fueron los documentos más comunes que habían de tener en su poder los habitantes de Cerdaña si querían circular libremente. El primero fue un salvoconducto que permitía circular España y llegar hasta La Seu d'Urgell o Ripoll, poblaciones a unos 50km de la frontera con Francia, lugar donde se iniciaba el espacio fronterizo, y para el que se necesitaba el segundo de los documentos, un pase de fronteras. Éste era válido para traslados entre estas poblaciones y la propia frontera, la cual lograrían atravesar si portaban el tercer documento, un pase de frontera que autorizaba cruzar al país vecino pero no pernoctar en el.

 

Contrabando

            El establecimiento de la frontera política entre los territorios españoles y franceses, en 1659, dio pie al nacimiento del contrabando. Las relaciones comerciales que durante siglos se habían dado entre las gentes de ambos lados, se podían tornar ilegales, si no cumplían las leyes aduaneras. En el siglo XX, este tráfico clandestino de mercancías se desarrolló durante épocas de guerra, escasez, miseria y hambre. Por ello, esta actividad vivió su época dorada durante los años de la Primera Guerra Mundial (1914-1918), pero, sobre todo, durante el transcurso de la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial y los años de posguerra. Más tarde, en los años sesenta y setenta, la estabilidad política y económica internacional redujo esta actividad, hasta que la política de libre comercio, la bajada de los aranceles y el paralelismo de los precios europeos de los años ochenta y noventa dictaminaron la práctica extinción del contrabando en esta zona.

            En las comarcas fronterizas de Gerona, el contrabando supuso una actividad económica de primer orden, muy generalizada, que, si bien era perseguido por el Estado, el cual dejaba de percibir ingresos, al no pagarse los aranceles, para los habitantes de sus localidades representó una vía de supervivencia. A causa de las miserias de la guerra y de la instauración de la autarquía, que estableció un sistema de cartillas para racionar los productos básicos que las personas podían consumir, los habitantes de estas poblaciones vivieron, pues, años de escasez, y la única manera de superarla era completando su trabajo en el campo con el contrabando.

            Jacques Obradors se dedicó al contrabando durante más de veinte años, desde los doce hasta los treinta y seis que tenía cuando lo dejó en 1963. Nacido en Puig-reig (El Berguedà), en 1927, se exilió, en 1939, con su familia a Vallcebollera, en la Alta Cerdanya (Francia), durante la Retirada. Y fue ahí donde comenzó a trabajar como contrabandista: “De una manera u otra te tenías que ganar la vida”, comentaba durante una entrevista. Jacques compraba material que, gracias a un enlace, llegaba por tren desde Perpignan o Toulouse, y lo vendía en Castellar de n’Hug o Guardiola de Berguedà, donde a su vez adquiría productos para llevar a la Alta Cerdaña. Este desplazamiento, de unos veinticinco kilómetros, le costaba unas cinco horas y durante el trayecto tenía que subir cotas que superaban los 2.000 metros de altura. Solía viajar todo el año, excepto los meses más duros del invierno, y en función del trabajo que tuviera. Jacques viajaba con dos pares de calcetines gordos, y otro de recambio, una manta y espardañas de siete vetas, que utilizaba para despistar: “Me las ponía al revés y así dejaba unas pisadas en el sentido inverso de la marcha que hacía realmente”, explicaba Jacques, quien aprovechaba para descubrir alguno de los trucos del arte del contrabandista: “si quieres ir sobre seguro, lo mejor es no hablar con nadie. Si hay dos que saben algo, ya hay una masa[16].”

            “Passar el paquet” (“pasar el paquete”) o “fer la guilla” (“hacer el zorro”) era una de las prácticas más comunes, de tipo familiar e individual, motivadas por la necesidad. Contrabandistas fueron tanto hombres como mujeres, destacando el alto grado de participación femenina. Pero también existía la visión de negocio, convirtiéndose esta práctica en una fuente de enriquecimiento. Se creaban para ello redes, organizadas por una persona que dirigía las operaciones, a su vez realizadas por diferentes personas que desempeñaban la función de guía, portador o encubridor. Para los que se exponían al peligro, pasando la mercancía, era un trabajo muy bien pagado, mientras que los jefes de las bandas hacían fortunas.

            El contrabando fue una fuente de recursos y un sistema de trabajo propio de esta sociedad de frontera. Y así contaron con el respeto de la población, ya que además les generaba simpatía y admiración su valentía, su conocimiento del terreno y de la situación del mercado a ambos lados de la frontera (diferencia de precios y demanda de productos), su astucia para esquivar a los carabineros y su suerte. El que hacía contrabando, por tanto, estaba bien visto, pero su reconocimiento, por tratarse de un delito, se hacía en privado, pasando a formar parte protagonista de la memoria popular o de la literatura, en forma de leyendas épicas, rodeadas de una areola de romanticismo, así como de divertidas anécdotas.

            El oficio de “paquetero” no era fácil. Muchos de los que quisieron ganarse la vida de este modo tenían que cruzar a pie las montañas del Pirineo cargados con paquetes o “fardos” de alrededor de 30 kilos y por travesías de todo un día que discurrían por caminos que podían estar enfangados, helados o nevados. La mayoría de las veces lo hacían de noche, teniendo que trabajar en el campo a la mañana siguiente, y siempre estaban expuestos a las inclemencias del tiempo. Corrían el riesgo además de ser descubiertos por los carabineros, encargados de vigilar la frontera hasta los años cuarenta, en que esa labor pasó a la Guardia Civil, incluso de ser disparados, al ser confundidos con maquis. Sin embargo, ellos también eran personas que sufrían las mismas penurias o que querían mejorar su nivel de vida, por lo que se les sobornaba fácilmente o directamente se quedaban con las mercancía requisada.

            Dependiendo de la situación política y económica nacional, era el francés quien traficaba en España o al contrario. Sin embargo, normalmente los viajes, se aprovechaban doblemente, se llevaban unos productos y se traían otros. A España llegaba, a través del contrabando, desde azúcar, café, aceite, pimienta y tabaco -éste se hacía especialmente con Andorra-, hasta piezas de recambio para automóviles, pasando por medicamentos, preservativos, pastillas de jabón o medias de nilon. A Francia, lana, huevos, pan y licores. Joan Casadesús, alias “Taleia”, nacido en Castellar de N’Hug, en 1910, comentaba que lo que más le gustaba transportar eran los neumáticos que compraba en Andorra, ya que no se estropeaban por las inclemencias del tiempo y el margen comercial era muy bueno: les costaba 1.500 pesetas y las vendían por 6.000.

            El Taleia, que hizo de “paquetero” durante nueve años, tras pasar la guerra en Francia y a falta de un trabajo y recursos a su regreso, utilizaba parte de nuestra ruta 5 para viajar desde Osseja o Bourgmadame hasta Castellar de N’Hug. Le costaba siete horas y pasaba por la font del Boix, el pla d'Anyella, la collada de Toses, la montaña de Maians hasta llegar a Oceja por el bosque de l'Orri dAndreu. Transportaba artículos de primera necesidad: espardañas, azúcar e incluso pan, hasta que el comienzo de la Segunda Guerra Mundial hizo que los franceses cortaran el suministro de estos productos que entonces ellos iban a necesitar. Eran los años cuarenta y el Taleia, que recordaba esta época como una de las mejores de su vida, decidió continuar su actividad con Andorra[17].

 

"Café para todos" 

En 1948 la reapertura de la frontera supuso un nuevo impulso para el tránsito fronterizo de personas, pese a los requerimientos a los que estas estaban sometidas. Así las cosas, con este flujo restablecido rápidamente la actividad comercial de la zona fronteriza fue en aumento, dado que tanto de un lado de la frontera como del otro, españoles y franceses encontraban productos que les eran de interés.

Carme Grau y Joana Armengou son dos rayanas que han dedicado su vida por entero a sacar adelante dos pequeñas tiendas ubicadas a pocos metros de la frontera. Su testimonio y experiencia son, sin duda, fuente imprescindible para el estudio de una frontera que tan cerca estaba de sus negocios, situación de la que supieron sacar ventaja para poder ofrecer mercancías como vajillas de Duralex y café a quienes acudían a sus negocios en busca de éstos y otros productos que ellos habían conseguido al otro lado del rio Rahur.

Quico Armengol abrió en los años setenta un establecimiento de este tipo muy cerca también de la aduana española. Una de los recuerdos más fuertes que posee como propietario es el paso de café. "Francia tenía sus colonias en África y obtenía un café más bueno y barato que el que se podía encontrar en España". Según Quico al otro lado del puente Internacional de Puigcerdà se encontraban los Almacenes Catalanes (Magatzems Catalans), donde se tostaba café a diario. De hecho, dicha tuesta producía un olor inconfundible que se extendía por los alrededores alcanzando las primeras casas de Puigcerdà y convirtiéndose en el mejor reclamo publicitario existente para cruzar el puente. Tal y como apuntaba el periodista catalán Guillem Lluch, tras la reapertura de la frontera en 1948, el tránsito de café estaba permitido de forma legal todos los días de la semana. Sin embargo, meses después este flujo fue regulado y reducido, primero a dos veces por semana,  más tarde a medio kilo un solo día a la semana. Fue precisamente al calor de estas medidas restrictivas cuando comenzaron a surgir diferentes estrategias y caminos para pasar más cantidad de café a España de forma ilegal, actividad en la que, hombres y mujeres del común, oriundos de la Cerdaña, perfectos conocedores de la orografía local, se convirtieron de nuevo en protagonistas del tránsito fronterizo de esta preciada mercancía: el café.

Una de las diferentes estrategias utilizadas por quienes introducían el café en España se apoyaba directamente en la vestimenta de algunas mujeres oriundas de Puigcerdà y que contaban con pase de frontera. Ellas eran las encargadas de cruzar a Francia y posteriormente entrar de nuevo en España escondiendo en sus vestidos varios kilos de café.

Tal y como recuerdan Carme y Joana, una vez pasada la aduana, continuaban hasta el pueblo y entraban en un establecimiento de la calle Mayor donde depositaban su carga y ésta era distribuida en varias partidas que tendrían diferentes destinos. Aunque cabe destacar, tal y como apunta Quico, que las más de las veces, gran parte de los kilos "evadidos" acababan escondidos en los vagones del tren que unía Puigcerdà con Barcelona, destino final también del café que Carme, Joana y tantas otras mujeres de la comarca habían logrado pasar por la frontera.[18]

 

 

 



[1]GASCÓN RICAO, Antonio, Las Milicies Pirinenques y el "Cojo de Málaga", Armas y Cuerpos. Revista de la Academia General Militar, núm. 106, marzo 2005.

[2]Ibid.

[3]Descripción del bombardeo rebelde sobre Puigcerdà aparecida en el diario francés L'Independant de Perpignan citada en BLANCHON, Jean-Louis, "Puigcerdà sota les bombes [21 d'abril de 1938]", Revista de Girona, 183 (julio-agosto), 1997, pp. 77-81. Traducción Diego Gaspar Celaya.

[4] A causa del bombardeo fascista de abril de 1938 perdieron la vida en Puigcerdà: Jaume Meyà Estival, labrador, 37 años; Margarita Vidal PAlau, 52 años; Josep Condomines Casanoves, 14 años; José Chavarri Seser, 5 años; Vicente Chavarri Seser, 16 años; Soledad Arnal Cereza, 3 años; Igualdad Herbera Verdala, 5 años; Rogelia Herbera Verdala, 3 años; José Morales García, peon, 48 años; José Morales, 16 años.

Para conocer en detalle los bombardeos sobre Cataluña vease: SOLÉ I SABATÉ Josep M y VILLAROYA I FONR, Joan, Catalunya sota les bombes (1936-I939), Publicacións de l'Abadia de Montserrat, 1986. En caso de querer profundizar en los que afectaron de forma más directa a la Cerdanya véase: BLANCHON, Jean-Louis, "Puigcerdà sota les bombes [21 d'abril de 1938]", Revista de Girona, 183 (julio-agosto), 1997, pp. 77-81.

[5] CASANOVA, Julián, República y guerra civil…, p. 389.

[6] “Los franquistas perdieron más de treinta mil [hombres] y los republicanos el doble, aunque los principales historiadores militares no se ponen de acuerdo en el número exacto de muertos, unos trece mil en total, repartidos casi a partes iguales entre los dos bandos. La República había perdido lo mejor de su ejército y poco después perdió toda Cataluña.” CASANOVA, Julián, República y guerra civil…, p. 390.

[7] SERRANO, Secundino, op. cit., pp. 30-35.

[8]TELLEZ SOLA, Antonio, La red de evasión del grupo Ponzán. Anarquistas en la guerra secreta contra el franquismo y el nazismo (1936-1944), Virus, Barcelona, 1996, p. 120.

[9]Ibid.

[10]Ibid, p.106

[11] Antonio Téllez Solá, La red de evasión del grupo Ponzán. Anarquistas en la guerra secreta contra el franquismo y el nazismo. 1936-1944, Virus, Barcelona, 1996, pp. 178-201; Marie-Claude Rafaneau-Boj, op. cit., p. 285.

[12] SHD, 17 P 187

[13] Carlos Bravo Suarez, “Un héroe desconocido: Francisco Ponzán, el “maestro de Huesca” en http://carlosbravosuarez.blogspot.com/2008/02/un-hroe-desconocido-francisco-ponzn-el_28.html

[14] La información de Francisco Ponzán Vidal y del “grupo Ponzán” ha sido obtenida de: Antonio Téllez Solá, op. cit.; Geneviève Dreyfus-Armand, op., cit, pp. 156-158; Marie-Claude Rafaneau-Boj, op., cit., pp. 283-289; Secundino Serrano, op. cit., 214-220; Raúl Mateo Otal, “Reivindicando a Francisco Ponzán Vidal en el sesenta aniversario de su asesinato”, CNT, Órgano de la Confederación Nacional del Trabajo, nº 306, noviembre de 2004, CNT, Huesca.

[15] MERCADAL, Oriol, "Sense aire" en Cadí pedraforca, nº 13 (Otoño-invierno), 2012, pp. 62-65.

[16] CLOTET, Dolors, “Amb les espardenyes al revés”, in Cadípedraforca, nº 4, 2008, p. 54.

[17] BOIXADER, Pere, “El contraban: un “modus vivendi”, in L’Erol, nº 37, 1992, pp. 42.

[18] LLUCH, Guillem, "Amb el cafè a l'entrecuix" Cadí pedraforca, nº 13 (Otoño-invierno), 2012, pp. 66-68.

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